lunes, 28 de noviembre de 2011

Estábamos sentados, acurrucados, mimados y condenados a que nuestros dientes se entrelacen por el resto del tiempo.
El tiempo en el que el pes deje de dar vueltas por la oscura caverna acuosa de una vida que tiene principio y fin.
De una vida que camina, corre y juega con el mundo empedrado que crea al soñar.
Porque sus sueños son la realidad y ella se pierde entre la luna y el mar; es que nunca nos va a alcanzar.

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